Últimamente he pensado mucho en el significado
que tienen en mi trabajo ciertos elementos geométricos: círculos, cuadrados,
triángulos y algunas formas simbólicas colocadas rítmicamente y la repetición
de estos dentro de mis imágenes, dispersas en el espacio de la tela como un
astrónomo traza constelaciones en el cosmos.
Hablo de la presencia de la Luna principalmente, que en mi trabajo más reciente es la
protagonista más importante, rascar el territorio de misterio que tiene ese
lado femenino y nostálgico que se envuelve en un circulo cortado con 2 puntas y
que nos habla de luz nocturna y de lejanía. Será porque he querido adherirme al
mismo nombre tan antiguo que tiene la palabra México ( meztli-xico) que
traducido al español sería algo como decir “en el ombligo de la luna”

Refiriéndome al trabajo con el
color, las pastas y las texturas he vuelto los ojos más al uso del tono como
vibración: como campanas tocando a diferentes intervalos, facetando el espacio
con aspas o formas triangulares a modo de puntas filosas envuelvo a mis
personajes en una tierra espinada y delimitada por estas estrellas invisibles. Es tanto como estar en el centro de una nopalera gigante o un valle de
magueyes: México o este pedazo de tierra de donde sale toda mi pintura es una
tierra árida y espinosa, es para decirlo en pocas palabras, una cactácea
abierta.
Cuando comienzo un cuadro todo es
caos. Pigmentos goteando, salpicando. Rasgo con clavos y puntas. Con navajas
voy cortando, haciendo surcos, delimitando las formas; mientras la pasta esta
húmeda y fresca puedo trabajar en este lodo, en este caótico momento de
creación del rompecabezas.
En una segunda etapa viene la
sequedad. Arena y pastas que secan casi al instante. Delimito
así las áreas de color, hermano colores, dejo
que se toquen, que se den la mano, y salen otros tonos, familias de
tonos y colores contrastantes. Vienen después las sombras, la oscura manera de
remarcar las siluetas y las formas se vuelven signos gráficos.
En la etapa final tomo el pincel más
fino, delineo suavemente el contorno de todo lo que necesito que sea
ordenadamente simple, dibujando como cuando un niño dibuja en la pizarra de el
salón.
Así es que mi trabajo termina de la
misma manera en que el de otros comienza, con la línea dibujando las formas,
los árboles, los cuerpos, los rostros, los perfiles que tanto me agradan. Es
este perfil del que me he sostenido de manera obsesiva para hablar en mi
discurso plástico y que es una palabra, un perfil que todos reconocemos y que
nos quiere hablar de esas voces muy antiguas, esas voces pequeñitas que quieren
seguir diciéndonos , al oído, susurrándonos que hay una raíz tan pero tan
profunda, que esta debajo de nosotros y
quizá se levanta tan alto como cuando alzamos la mirada a las estrellas.
Desde
la tierra árida y la lluvia de espinas, mayo 2011
Paz
y sabiduría,
DAVID GUTIERREZ